domingo, 26 de diciembre de 2010

Rusa


Rusa se acomoda el cabello mientras aspira con delicadeza el ultimo cigarro que hay en la cajetilla, sentados frente a frente la observo mientras le doy vueltas tras vuelta a mi vaso casi vacío de coca cola, solo el ruido de las cubetas de hielo hacían llenar el silencio que compartíamos en la mesa.

Ella miraba por la ventana del bar como buscando algo, esperando que la sorpresa le llene el vacio que tenia dentro, afuera en la calle, solo se podía divisar a viejos esperando el cambio de luz, parejas jóvenes caminando sin apuro, señores con sobres buscando alguna dirección mientras levantaban sus brazos y remangaban su saco para ver la hora, vecinos que se saludaban al cruzarse en la acera, la sociedad en pleno movimiento.
Cada cierto tiempo Rusa me miraba a los ojos como queriendo entablar alguna conversación,  se tocaba las manos y miraba sus dedos  largos y afilados, cruzaba las piernas por quinta vez, y miraba sus tacones. La verdad era que luego de haber discutido todo el dia, lo último que yo quería era cruzar palabras con ella, solo esperaba que se levante  cogiera su bolso y me diera alguna señal para irnos de ahí.

Nunca supe porque se pintaba el cabello de esa forma, nunca se lo pregunte. Supongo que el tipo con quien estuvo antes que yo le habría dicho que le quedaba bien, o quizás alguna de sus amigas locas con las que paraba le había recomendado aquel tinte y aquel detalle de dejar por debajo otro color distinto al que llevaba encima. Se le veía bien no lo niego, incluso interesante, le daba ese toque de misterio y de mujer experimentada, aunque valgan verdades los ojos nunca mienten y en su mirada podías notar que aun le faltaba mucho por descubrir y mucho por enseñar.

-No quiero estar sola sabes?
Me dijo,  mientras miraba por la ventana. Quizá era una invitación para decirle que nunca la dejaría y que siempre estaríamos juntos.

-Apuesto a que nadie le gusta esa idea, apuesto a que los primeros hombres que se fueron a la luna estuvieron más solos que tu anoche, pero es inevitable sabes, la soledad entra si le dejas la puerta abierta.

Me miro extraño como si mis palabras no hubiesen sido la respuesta adecuada, quizá su libreto no era igual al mío, quizá mis líneas en este instante se estaban revelando con el guionista de su novela.

-¿de que hablas?  Por qué dices cosas que nadie puede entender, porque crees que eres más listo que todos, porque no entiendes que quizá sin decir nada digas mucho al fin.

Termine de un sorbo todo lo que quedaba  en el vaso que aun estaba mojado por el hielo, lo puse encima de la mesa y pensé ¿ahora de que se trata esto?

-Solo dije lo que pensé, a veces  a las personas no les agradan lo que se les dice, aun así entiendan su  significado.

Giro la mirada hacia mi, dejo caer el cabello por un costado de sus ojos, se acerco más, aspiro un sorbo de su cigarro y me miro con detenimiento, como un bicho raro, observándome, esperando que algo salga de mis ojos, de mi boca, de mis cabellos, de mi oreja, me miraba fijamente. Puso sus manos encima de la mesa tratando de distraer mi mirada hacia ella, yo, inmune a todo  miraba por su costado, miraba el rostro de las personas que estaban a lo lejos.

-solo quiero a alguien que me quiera, que me diga todos los días que soy especial, quizá eso sea mucho para ti.

Sabía perfectamente a que se refería,  saque mi cartera de cuero, conté los billetes uno por uno, saque unos cuantos y page la cuenta, me levante despacio acercandome a ella, acaricie su mejilla y le dije:
-sabes,  el amor es como una rosa, si no tiene espinas es porque no es real.

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